El proceso de “Axtlán”

He estado recordando los días en los que llevé a cabo la grabación de mi álbum musical “Con rumbo a Axtlán” y el proceso que seguí para realizarlo. Como ya lo he referido en otras partes, esta serie de rolas las compuse a partir de la lectura de varios libros de Carlos Castaneda, la saga de Las enseñanzas de Don Juan, en la cual el autor narra de manera acuciosa y muy entretenida la manera en que fue guiado para convertirse en brujo de la antigua tradición mexicana.

Esas lecturas dejaron en mí una honda impresión. Me mostraron que hay varias maneras de apreciar la realidad. La veracidad o no de lo que ahí se narra es algo que para mí pasó a segunda importancia, lo principal fue concebir la posibilidad de un mundo mágico que podría estar coexistiendo con el nuestro. Un universo en el que las cosas tienen otros límites, otros sentidos. La historia en general fue para mí un alud de ideas que exaltaron mi imaginación.

Comencé por subrayar algunos párrafos que me parecieron especialmente interesantes. Al cabo de un tiempo me di cuenta de que era ya una cantidad bastante considerable de anotaciones y que, casi sin proponérmelo, había logrado hacer una especie de prontuario de los conceptos que más me habían impresionado. Entonces me di a la tarea de anotar en un cuaderno todos esos fragmentos. Después, me puse a clasificarlos por temas y, de pronto, ahí estaban ya los temas que podrían servirme para realizar una serie de canciones.

Mi idea inicial fue crear una especie de ópera rock a la manera de lo que hicieron The Who con Quadrophenia o con Tommy o lo que hicieron The Kinks con Preservation. Tenía la ilusión de producir un espectáculo musical que fuera presentado en un teatro, en el que se fuera narrando la historia a través de escenografías, luces, actuación e interpretación musical. Tenía muy claro en mi mente los motivos gráficos, los diálogos, los tiempos narrativos, la ejecución musical. Todo. Al mismo tiempo me iba resignando y entendiendo que en realidad ese plan estaba muy fuera de mis posibilidades, pero cuando menos (me dije) podría intentar hacer un proyecto sonoro, o sea grabar un álbum con las canciones que dan cuenta de la historia.

Para evitar algún tema por cuestiones de derechos de autor rehice la historia a mi manera. Aunque en ningún momento menciono nombres de personajes, generé mis propios caracteres y traté de que el resultado final fuera un relato diferente, sin dejar nunca de mencionar la obra en la que está inspirado. 

Durante varios meses fui dando forma a la idea. Comencé por hacer bocetos musicales con mis modestos medios: una guitarra, un pequeño teclado electrónico Casio y una grabadora sencilla. Lo que obtuve fue una serie de canciones muy sencillas, algunas con mejores características musicales y líricas que otras, pero todas muy bien ubicadas en el concepto y el discurso que tenía en mente.

Pasaron las semanas y los meses y finalmente logré acumular una cierta cantidad de dinero a finales del año 2003. No mucho, tan solo lo suficiente para acudir a un pequeño estudio ubicado en Tlacotepec, un pueblo en las afueras de Toluca, y logré llegar a un acuerdo con Adán, el dueño y operador del estudio.

Pedí la ayuda de algunos amigos para hacer la ejecución de las piezas y emprendimos el proceso de grabación. Los participantes fueron: mi sobrino Fernando Medina en los teclados; Diana Valdés, una chica amiga de él, en el bajo; Daniel González, un conocido de mi sobrino, se encargó de la guitarra en las primeras tres canciones y posteriormente me ayudó mi amigo Manix (Manuel Murillo) y otro amigo mío llamado Gerardo Manrique en ese mismo instrumento. Yo me encargué de la batería y la voz.

Como era de esperarse, no faltaron los obstáculos de varios tipos, los problemas que fueron surgiendo en el proceso: limitaciones técnicas y económicas, crisis de compatibilidad, deserciones, falta de compromiso y una serie de factores más. Sin embargo,  logré seguir adelante hasta que finalmente pude tener en mis manos el producto terminado.

Quedé satisfecho a secas, más bien, me conformé con lo que pude lograr. El producto no me desagradó del todo pero me quedó el sentimiento de que pudimos haber hecho algo mejor. Posteriormente, al cabo de unos cuatro o cinco años, quise solucionar las deficiencias de sonido que le encontraba y acudí con un tipo llamado Yafet, quien manejaba un estudio de grabación y me fue recomendado porque, según me dijeron, tenía un buen oído para grabaciones de rock. Escuchó mi disco y me prometió que lo podría potenciar mucho mediante una mejor ecualización de la batería y el bajo. Me convenció e hicimos trato. Al cabo de algunos días me entregó el producto de su trabajo que, a pesar de que hizo un buen esfuerzo, no alcanzó la mejoría que me prometió. Así que dejé por la paz mi proyecto como algo que imaginé con alcances mucho mayores y que realmente no logró despegar mucho. Pese a todo, a que no me satisfacía por completo, no lo encontraba tan mal. Me convencí de que era un buen intento y un buen recuerdo.

Pasaron los años y llegó el fatídico 2020, con la epidemia de COVID, con las varias muertes, con el miedo generalizado y el confinamiento atrofiante. Durante ese impasse forzado hubo quienes tuvimos la fortuna de no enfermar y buscábamos la manera de mantenernos activos y ocupar el tiempo de diferentes formas. Esto llevó a mi hijo a retomar el no tan logrado intento musical de su padre y tratar de mejorarlo mediante los conocimientos y técnicas musicales y de grabación que había adquirido.

Al cabo de algunas semanas me presentó el resultado y, sinceramente, considero que le dio un muy buen impulso. Hizo una labor minuciosa y muy profesional. Los instrumentos se perciben de manera muy firme cada uno por su lado, y el sonido conjunto es muy armonioso y consistente. Él por su propia cuenta se dio a la tarea de rehacer algunas ejecuciones deficientes de diversos instrumentos y, además de todo, ajustó el sonido de cada pieza para que el álbum tuviera una consistencia de principio a fin. En fin, estoy más que contento con el resultado.

Mis canciones pueden ser buenas, puede que no lo sean, pero cuando menos van a poder ser escuchadas con un sonido muy cercano a lo que yo imaginaba desde aquellos lejanos días en que las concebí.

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