Aún no he encontrado lo que quiero encontrar

Hablando de anhelos, ilusiones y objetivos en la vida, ahora que soy plenamente un hombre maduro, a veces me pongo a hacer un recuento de las cosas que ambicioné, de lo que en algún momento fueron mis sueños. Me imagino que todo hombre que alcance el privilegio de llegar a una edad avanzada se detendrá de pronto a realizar un recuento de lo que pretendió y de lo que en realidad logró. Yo, desde ya, sin pensarlo demasiado, me declaro un fracasado. Obviamente por el hecho de los muy pocos logros que he coleccionado pero, además y sobre todo, porque sé perfectamente que no alcancé ni alcanzaré mis objetivos, esto, por una razón muy simple, porque jamás logré definir realmente mis objetivos. A lo largo de mi vida he observado con cierta envidia a las personas que desde muy temprano son capaces de hacer un plan de vida. Se trazan una ruta y colocan en su futuro una serie de metas a alcanzar. Hay quienes, incluso, se dan el lujo de jerarquizar sus objetivos por grados de importancia. Así, he sido testigo de personas que aún antes de llegar a los veinte años ya sabían a qué querían dedicarse durante el resto de su vida. Ya sabían (al menos eso declaraban, y yo no tengo por qué dudarlo) a qué edad sería conveniente para ellos hacer una familia, cuántos hijos procrear, donde construir su casa. He visto a quienes desde muy jóvenes ya habían decidido que serían escritores, maestros, comerciantes, y lo anunciaban sin el menor asomo de duda en su mirada. Mientras tanto yo, para no sentirme muy ridículo, aseguraba tener mis intenciones firmemente encaminadas a ser un gran músico; en otras ocasiones decía estar bien plantado en mis miras por ser un respetable diseñador gráfico y otras veces llegué a decir que quería ser un empresario del negocio de la grabación musical y hasta intentar ser director de cine. La verdad era que no tenía una idea clara de lo que quería ser o hacer. En eso, como en todos los aspectos de mi vida, siempre me ha sido difícil sentirme definido. Más bien, se me podría caracterizar utilizando una frase que mi esposa suele usar para referirse a quien no logra mostrar decisión: es una veleta, dice acerca de esa persona. Pues bien, así es como yo me calificaría. Soy una veleta. He escuchado a algunas personas decir que se identifican con una canción de U2 llamada I still haven’t found what i’m looking for, aún no he encontrado lo que estoy buscando. Me da la impresión que se refieren a que esa obra refleja muy bien su sensación de ir por la vida atentos para descubrir en algún sitio, en alguna cosa, en alguien, algo que ellos saben que buscan. Tal vez un empleo, una profesión, un reconocimiento, dinero, una casa. O quizás algo más abstracto, más acorde con la canción, algo como el amor, la belleza, la lealtad, la felicidad, la fama, la paz mental. Pues bien, aunque puedo decir que me gusta la rola, e incluso la he tarareado junto con mis amigos, en lo profundo de mi ser siempre he sentido que no me identifico con ese mensaje, y no lo hago por la sencilla razón de que no sé qué es lo que estoy buscando. No tengo una verdadera idea de si realmente quiero encontrar algo. Cuando se me pregunta, para no complicarme la vida contesto algo que creo se puede esperar de mí: que mi ilusión sería tener una bonita casa con un gran jardín, que me hubiera gustado ser una estrella de rock, que quisiera que mis canciones fueran escuchadas y reconocidas, que me gustaría tener un despacho de diseño bien establecido, que me gustaría montar un estudio de grabación muy bien puesto. Todas esas cosas son ciertas, todas me mueven ciertas fibras, pero en realidad ninguna me apasiona al grado de decir que eso es lo que estoy buscando en la vida. También es probable que, lo que me sucede, es que un día me puede estar ilusionando una cosa y al día siguiente otra y al otro día otra cosa más. Nada permanece en mi ánimo de manera muy firme y decidida. Soy una veleta.

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