Etiqueta: rock

  • Discos que me hacen viajar

    Discos que me hacen viajar

    Hace años, cuando aún no había cumplido los veinte, descubrí que la música no sólo consiste de sonidos y silencios, de melodías, armonías y ritmos; descubrí que hay música que se compone principalmente de sentimientos, angustias, explosiones de alegría, gemidos de tristeza, gritos de confusión, atisbos de esperanza.

    Descubrí la expresión del ser humano desde la profundidad del abismo a través de obras que desde la primera vez que las encontré me parecieron maravillosas. La genial inspiración de The Beatles, la rebeldía de The Rolling Stones, la rabia de The Who y el poder de Led Zepellin.

    A través del tiempo mi admiración por esos grandes artistas fue creciendo. Para mí, al igual que para muchos otros, la música de esas grandes agrupaciones significaba mucho más que los sonidos que podíamos percibir a través de las bocinas de nuestros equipos reproductores, mucho más que lo que estaba grabado en esos discos de vinil negro que tanto apreciábamos. Un disco de The Doors era, además de la serie de canciones, una especie de aceptación a formar parte de un club maldito. Un disco de Pink Floyd era un pasaporte a otros universos. Un álbum de Genesis era la graduación en la ciencia de escuchar rock.

    Recuerdo, por ejemplo, mi primer encuentro con esa inspirada obra de Ian Anderson y Jethro Tull llamada Thick as a brick. Me parecía increíble que un grupo de músicos pudieran tocar de manera tan profunda mi alma. Algunos pasajes de esa obra podían llevarme hasta las lágrimas (aún hoy, a pesar de los años y de haberla escuchado ya muchas veces, me sigue conmoviendo), el dulce sonido de la flauta de Anderson, respaldado por su guitarra acústica y una no menos inspirada guitarra eléctrica (Martin Barre), realzado por el órgano mágico de John Evan y todo sobre la firme base rítmica del bajo de Jeffrey Hammond y los tambores de Barriemore Barlow.

    Ya fuera acompañado por mis amigos o en la soledad, siempre me resultaba una experiencia muy agradable escuchar esa extensa rola que abarcaba ambas caras del LP (long play). El idioma no era obstáculo para disfrutar la bella música, de hecho, de alguna forma la voz de Anderson me transmitía ideas que probablemente no coincidían con el significado real, pero se generaba una verdadera comunicación. Como sea, me las arreglé para, con la ayuda de mi diccionario, traducir lo mejor que pude la letra y comprender de mejor modo el mensaje.

    Podría escribir una gran cantidad de referencias y recuerdos de las obras de artistas de rock que me han conmovido, pero estaría desviándome de mis propósitos al crear este espacio. Mencionaré, sin embargo a dos bandas que me parecen esenciales en la historia de la música de finales del siglo XX: Genesis y Pink Floyd.

    Cuando escuché por vez primera The lamb lies down on Broadway, quizás el mejor álbum de Genesis, no sabía de qué manera reaccionar, deseaba salir corriendo para llevar la nueva a mis amigos, pero a la vez quería seguir escuchándolo una y otra vez, con el tiempo hice ambas cosas. Ese disco conceptual doble con el que Peter Gabriel se despide de Genesis es digno de ser colocado entre las grandes creaciones artísticas de la historia del rock. Igualmente importantes son otras de sus creaciones, como las piezas Cinema Show, Firth of Fifth y I know what I like, del álbum Selling England by the pound; como Super´s ready, del álbum Foxtrot; Squonk, del álbum A trick of the tail y Afterglow, del álbum Wind and wuthering y otras más, muchas más. La trayectoria de esta singular banda debe ser recordada por todos los grandes momentos que aportaron a la música y no solamente por la parte final, en la cual el éxito y la fama terminaron por marear a los integrantes.

    Por otro lado, qué decir de Pink Floyd que no se haya dicho ya. Para mí, el primer encuentro con la obra de esta agrupación fue el álbum compilatorio Relics, el cual, a pesar de que no me encantó, me sirvió de acceso a otros pasajes creativos. Posteriormente fui descubriendo otras obras que me parecieron cada vez más excitantes hasta la llegada de la enorme obra The Wall. Éste álbum, si bien extraordinario, no es el que personalmente me gusta más, yo prefiero Wish you were here, Dark side of the moon, Animals y Atom heart mother, en ese orden. Adoro toooda la obra de Pink Floyd, incluso esas somníferas y pesadas rolas que de pronto nos receta Waters, pero podría mencionar entre mis canciones favoritas: Comfortably numb, Have a cigar, Time, Fat old sun, Sheep y See Emily play.

  • Aún no he encontrado lo que quiero encontrar

    Aún no he encontrado lo que quiero encontrar

    Hablando de anhelos, ilusiones y objetivos en la vida, ahora que soy plenamente un hombre maduro, a veces me pongo a hacer un recuento de las cosas que ambicioné, de lo que en algún momento fueron mis sueños. Me imagino que todo hombre que alcance el privilegio de llegar a una edad avanzada se detendrá de pronto a realizar un recuento de lo que pretendió y de lo que en realidad logró. Yo, desde ya, sin pensarlo demasiado, me declaro un fracasado. Obviamente por el hecho de los muy pocos logros que he coleccionado pero, además y sobre todo, porque sé perfectamente que no alcancé ni alcanzaré mis objetivos, esto, por una razón muy simple, porque jamás logré definir realmente mis objetivos. A lo largo de mi vida he observado con cierta envidia a las personas que desde muy temprano son capaces de hacer un plan de vida. Se trazan una ruta y colocan en su futuro una serie de metas a alcanzar. Hay quienes, incluso, se dan el lujo de jerarquizar sus objetivos por grados de importancia. Así, he sido testigo de personas que aún antes de llegar a los veinte años ya sabían a qué querían dedicarse durante el resto de su vida. Ya sabían (al menos eso declaraban, y yo no tengo por qué dudarlo) a qué edad sería conveniente para ellos hacer una familia, cuántos hijos procrear, donde construir su casa. He visto a quienes desde muy jóvenes ya habían decidido que serían escritores, maestros, comerciantes, y lo anunciaban sin el menor asomo de duda en su mirada. Mientras tanto yo, para no sentirme muy ridículo, aseguraba tener mis intenciones firmemente encaminadas a ser un gran músico; en otras ocasiones decía estar bien plantado en mis miras por ser un respetable diseñador gráfico y otras veces llegué a decir que quería ser un empresario del negocio de la grabación musical y hasta intentar ser director de cine. La verdad era que no tenía una idea clara de lo que quería ser o hacer. En eso, como en todos los aspectos de mi vida, siempre me ha sido difícil sentirme definido. Más bien, se me podría caracterizar utilizando una frase que mi esposa suele usar para referirse a quien no logra mostrar decisión: es una veleta, dice acerca de esa persona. Pues bien, así es como yo me calificaría. Soy una veleta. He escuchado a algunas personas decir que se identifican con una canción de U2 llamada I still haven’t found what i’m looking for, aún no he encontrado lo que estoy buscando. Me da la impresión que se refieren a que esa obra refleja muy bien su sensación de ir por la vida atentos para descubrir en algún sitio, en alguna cosa, en alguien, algo que ellos saben que buscan. Tal vez un empleo, una profesión, un reconocimiento, dinero, una casa. O quizás algo más abstracto, más acorde con la canción, algo como el amor, la belleza, la lealtad, la felicidad, la fama, la paz mental. Pues bien, aunque puedo decir que me gusta la rola, e incluso la he tarareado junto con mis amigos, en lo profundo de mi ser siempre he sentido que no me identifico con ese mensaje, y no lo hago por la sencilla razón de que no sé qué es lo que estoy buscando. No tengo una verdadera idea de si realmente quiero encontrar algo. Cuando se me pregunta, para no complicarme la vida contesto algo que creo se puede esperar de mí: que mi ilusión sería tener una bonita casa con un gran jardín, que me hubiera gustado ser una estrella de rock, que quisiera que mis canciones fueran escuchadas y reconocidas, que me gustaría tener un despacho de diseño bien establecido, que me gustaría montar un estudio de grabación muy bien puesto. Todas esas cosas son ciertas, todas me mueven ciertas fibras, pero en realidad ninguna me apasiona al grado de decir que eso es lo que estoy buscando en la vida. También es probable que, lo que me sucede, es que un día me puede estar ilusionando una cosa y al día siguiente otra y al otro día otra cosa más. Nada permanece en mi ánimo de manera muy firme y decidida. Soy una veleta.