Vinagre

Durante algunos años la familia que componemos mi esposa Bárbara, Memo, mi hijo mayor, mi hija Roxana y yo, pudimos disfrutar de una experiencia muy bonita que nos permitió convivir y crecer como seres humanos. Me refiero a la creación del grupo musical al que pusimos por nombre La Galería de Rox.

Fue una temporada que nos proporcionó muchas satisfacciones. Fuimos capaces de montar un repertorio de más de 50 canciones; pudimos ir a tocar a muchas fiestas y reuniones, principalmente familiares; pudimos convivir con personas de muy distintas condiciones que, sin embargo, tenían algo en común con nosotros: su gusto por la música. Fuimos capaces de adquirir el instrumental necesario para poder realizar nuestras presentaciones de una manera muy digna. De hecho, pudimos hacernos de una camioneta que nos sirvió para transportarnos junto con nuestro equipo. Una de las cosas más valiosas que tenía esta agrupación era que acudíamos a tocar sin interés por la paga, nuestra motivación principal siempre fue hacer más agradables las reuniones; en realidad algunas tocadas las inventamos nosotros mismos con la intención de generar convivencia entre los invitados, por ejemplo, durante tres años seguidos organizamos la posada de la privada en que vivimos y además de colaborar con nuestra actuación musical contribuíamos también con alimentos y bebidas para todos los invitados.

Como decía, fue un tiempo muy bonito que, como todo, se agotó. Una vez que mis hijos se convirtieron en jóvenes, con sus propias inquietudes y objetivos, de manera muy natural se fueron alejando de la agrupación familiar. De una forma casi desapercibida fuimos dejando atrás los ensayos y llegó el día en el que ya no pudimos comprometernos porque cada uno tenía su propia agenda.

Sin embargo, para ese momento ya habíamos hecho amistad con algunas personas a quienes les gustaba la idea de tocar  rock de los llamados clásicos. Así que, cuando sentí que ya sería muy difícil sostener el proyecto familiar invité a algunos de esos amigos para convivir a la vez que tocábamos algunas piezas. Al primero que le hice la propuesta fue a Arturo Guerrero, un profesor de guitarra y teoría musical en el Conservatorio de música de Toluca. Se trata de un ser humano excepcional; un hombre que siempre tiene palabras amables y positivas para todos, una persona que pareciera sacada de otra época, de un tiempo en el que la cortesía, la amabilidad, los valores humanos eran algo que distinguía a alguien de manera positiva. Pero además de estas cualidades, ya de por sí tan admirables, resulta que es un gran guitarrista, un verdadero virtuoso de su instrumento y, además, con una disponibilidad realmente destacable.

Invité también a un amigo de muchos años atrás, de los años de Perro Fantástico. Se llama Manuel Murillo pero lo conocemos como el Manix. Es también un gran guitarrista y un amigo muy leal. Él me ayudó hace años en la grabación de mi disco de Axtlán. Es un amante de la música y le fascina el rock de aquellos años, tanto le agradó la idea que decidió acudir a ensayar a mi casa, aquí en Toluca, viniendo cada vez desde su lejano domicilio en Cuautitlán Izcalli. Cada vez que viene hace algo así como tres horas de viaje. Siendo muy buen guitarrista aceptó incorporarse en el bajo para otorgar a la banda una mayor solidez en la base.

En la otra guitarra integramos a Israel Huitron. Es esposo de Ana Luz, la coordinadora de la licenciatura en la que doy clases. Nos conocimos en los festejos anuales que organiza la Dirección de la Facultad para beneplácito de la planta docente. Él siempre acude acompañando a su mujer y en esos eventos fuimos haciendo amistad. En alguna ocasión La Galería de Rox amenizó una fiesta de Haloween que se realizó en la casa de este matrimonio y ya en la parte final, cuando surgieron los palomazos, Israel tocó unas rolas; posteriormente yo hablé con él y le pregunté si le gustaría integrarse a un grupo y él me dijo que sí, así que, posteriormente, cuando se dio la ocasión lo llamé y se convirtió en un integrante más.

La verdad es que no nos tomó demasiado tiempo para empezar a sonar bien. Rápidamente teníamos un repertorio considerable y un buen sonido. Cuando alguien nos preguntó el nombre de la banda, a mí se me ocurrió decir que éramos Vinagre, por aquello de que es lo que surge una vez que el vino se agria. A todos los que escucharon les pareció gracioso y como no suena mal, decidimos adoptarlo como nuestro nombre de manera formal.

Hemos tenido ciertas dificultades para ensayar con la frecuencia que quisiéramos, pero aun así hemos acumulado un buen repertorio. Tenemos algunos planes, entre ellos montar un show a base de canciones históricas de rock mexicano, sin embargo, la pandemia nos hizo detenernos y actualmente estamos en un paréntesis que a veces se antoja eterno.

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